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El Padrino. Epílogo
Las muertes de Michael Corleone
Por Erick Estrada
Cinegarage
Las muertes de Michael Corleone es en realidad el nombre que más se ajusta a lo vivido por el primer heredero de la historia, fama, la gloria y el infierno de los Corleone. Lo que vemos en esta versión reestructurada por el propio Francis Ford Coppola es precisamente eso, el descenso de Michael a distintos infiernos. Cada uno más trágico. Cada uno más profundo.
Para regresar a una película determinante en la historia del cine de fin del siglo XX me resulta indispensable deshacerme de ciertas obviedades. Sería un poco necio querer cruzar a este epílogo analizando de nuevo los logros del neo noir de Coppola y su fotógrafo Gordon Willis, sus reflexiones políticas surgidas de los momentos en que cada parte de esta historia comenzó a ver la luz.
Antes de ello está, por supuesto, el interés por los personajes que transitaron desde El Padrino (EUA, 1972), alcanzaron niveles de epopeya trágica en El Padrino II (EUA, 1974) y que aquí aterrizan en un campo minado de desesperanza y desesperación.
Porque ahora se siente más. La caída de Michael Corleone por cada uno de esos infiernos se palpa mejor, se degusta como un buen recalentado.
Es el poder puro del montaje. Se cuenta que Kubrick dijo alguna vez que un cineasta nunca termina una película, que siempre hay ajustes, cosas que entran y salen, se mezclan y sufren metamorfosis no sólo porque el cine es un arte que vive y se vive. Ocurre también porque el montaje es tan poderoso y trascendente que al cambiar una sola pieza la película se transforma.
Es a través del poder del montaje que Coppola se acercó de nuevo al capítulo final de una saga que nos lleva al film noir, nos trae al neo noir, nos encandila con el thriller más salvaje, apunta críticamente al poder y los poderosos, y en medio cuenta las tragedias de un muy joven héroe de guerra que regresa a la casa paterna para enterarse que ha sido elegido por las Moiras para transformarse en el héroe negro del sueño americano.
El cine es un arte vivo. Coppola manipula el bisturí y en el reacomodo de secuencias, en la construcción de un nuevo ritmo resucita a una película que se pensaba terminada.
No. “¡Cento anni!” gritan los aliados de Corleone cuando Michael desbarata el círculo criminal y reparte utilidades que evidencian el gigantesco tamaño de sus operaciones. “¡Larga vida!” es el deseo de todos para el Padrino que se retira y que cree haber limpiado el nombre de su familia. Pero desear larga vida a alguien que va a bajar a los infiernos es vaticinarle un viaje eterno por las cavernas de Hades.
Las muertes de Michael Corleone cruzan la película como lanzas, afiladas de nuevo con la recomposición formal, con la dialéctica fortalecida de sus secuencias. La película ha vuelto a la vida para ver morir al gran Corleone una y otra… Y otra vez.
Ahora todo comienza con el deseo de absolución en un añadido de diálogos en su secuencia inicial que dejan ampliar ideas y dan espacio para respirarla. Michael busca a los jerarcas de la iglesia católica para convertir en legales sus millones de dólares no porque crea que esos negocios están limpios gracias a su vínculo con el Vaticano. Lo hace porque en el Vaticano está la gente correcta a la que se debe sobornar para legitimar el dinero que ha hecho como Capo. En la paradoja el símbolo salta lujurioso a recorrer este epílogo de cabo a rabo y la película revitaliza el ojo con la tragedia que nos pone enfrente. Para dejar de ser un gangster Michael tendrá que comportarse como el más duro de ellos.
Suenan las frases y El Padrino III les da un poder distinto. “Toda familia tiene malos recuerdos” no es ya la oración con la que Michael sale de una conversación sino la confesión de las penas que carga.
“La política es saber cuándo apretar el gatillo”. “Entre más subo más corrupción encuentro”. Antes mostraban a un humano perdido. Lo que nos dejan ver ahora es a una bestia atrapada en sí misma. Salir de las sombras que heredó de su padre no es imposible, es inconcebible.
Esa es la primera de sus muertes. Su descenso al primer círculo infernal.
Luego vendrá la muerte de un amor. ¿El padrino III es en realidad una historia de amores imposibles? El bastardo Vincent está enamorado de su prima Mary Corleone, la heredera luminosa. En el dilema familiar que esta unión le presenta Michael muere por segunda vez al sacrificar involuntariamente a su hija y al condenar a Vincent (¿o premiarlo?) a ganarse el apellido Corleone bañándose en litros de sangre enemiga.
El otro amor imposible es su tercera muerte. Él y su esposa Kay también fueron separados por La Familia, por las ligas que no pueden romperse. Ahora Michael lo ve más claro en medio de una tormenta de poder, corrupción y traiciones.
Con esa carga sería mejor morir lo más pronto posible. Pero el destino alarga sus brazos y la bendición del “¡Cento anni!” se convierte en sentencia. La muerte que Michael Corleone busca, la definitiva, tardará muchísimo en llegar. Tendrá que esperarla abatido, recordando cada una de sus muertes, cada una de las ejecuciones que ordenó, cada uno de los pecados que aquí lanza en confesión para protegerse las espaldas. Todo va a resonar escandalosamente en las paredes de su infierno de cien años.
El Padrino. Epílogo. La muerte de Michael Corleone
(The Godfather. Coda. The Death of Michael Corleone, EUA, 2020)
Dirige: Francis Ford Coppola
Actúan: Al Pacino, Diane Keaton, Andy Garcia, Talia Shire
Guion: Mario Puzo, Francis Ford Coppola
Fotografía: Gordon Willis
Duración: 162 minutos.