El peral silvestre
Lo sobresaliente de lo insustancial
Por Erick Estrada
Cinegarage
Sinan (que quiere ser escritor) regresa a su pueblo.
Vemos dos paisajes contrapuestos: ¿Un Apocalipsis que humea en el horizonte y un caballo opresor sobre una figura humana?
Los personajes se presentan poco a poco en situaciones que al verse a distancia ni tan corta ni tan larga, nos invitan a entrar en su conversación, cotidiana y en apariencia libre. Pero los encuadres nos dejan ver sus miradas, en sus miradas sus dudas y esas dudas se convierten en una tensión calma pero inevitable. Hay acciones detrás de las conversaciones y la cámara las descubre y nos las descubre.
Sinan se encuentra con Hatice, una vieja conocida.
Hatice llora debajo de un peral cuando tras divagar alrededor de ella la cámara finalmente la descubre y su movimiento nos lleva a un siguiente capítulo; la conversación trivial adquiere un nuevo sentido cuando el rostro de la chica se apodera del encuadre: en la nueva conversación ella le cuenta a Sinan que va directo a un destino que no le pertenece, que la van a forzar a casarse. Sinan la escucha cuando algo pierde ese paisaje con los sueños derrotado de Hatice. Ceylan lo ha tejido con una sutileza rara (la toma larga que al final se transforma en una caprichosa sucesión de campos y contracampos) casi contenido, casi atado, pero malicioso a la vez.
Y la película navega a partir de ahí en esas aguas, en donde el encuadre se une al relato desencantado de Sinan y los paisajes de belleza en proceso de destrucción, como la vida de Hatice que se ha casado a la fuerza; o la destrucción que transforma y revela otras bellezas, como las ganas de Sinan de abandonar el pueblo y hacer algo más en su vida. Al mismo tiempo, los paisajes tienen algo de tristeza en sus formas, pero bastante de luz que despega desde esa tristeza.
Sinan se encuentra con Suleyman, el escritor al que interroga agresivamente. Luego se reencuentra con su padre al que detesta y ama a la vez y con su madre, quien le pide de nuevo abrir la mirada y ver más lejos.
Las conversaciones que van y vienen en esta colección de pequeñas novelas -como llama Sinan al libro que intenta publicar- las formas en que sus personajes discuten y debaten hacen justo lo que el escritor le aconseja a Sinan: no creer que lo que se ve diario es banal, aprender a ver y observar. Ceylan encuadra y reencuadra para dar a esas conversaciones peso y sustancia más allá de su contenido (sus planos se suceden y se acercan a los rostros con paciencia, casi imperceptiblemente) y lo que en una narración menos comprometida pasaría como insustancial aquí obtiene un grado casi hipnótico a través del juego de esos encuadres, de la fina línea que los une.
Tenemos así una película de reflexiones, de personajes que nos miran para que los miremos, de conversaciones bien tejidas en lo visual, macizas, robustas en sus emplazamientos.
El peral silvestre no pretende otra cosa sino secuestrar nuestra paciencia con un lenguaje visual que parece el del rezo, sin violencias ni exabruptos y con él nos hunde en lo cotidiano de su personaje central, el futuro escritor Sinan que a veces se ahoga en su falta de la paciencia que Ceylan nos ha quitado (ahí está la extraña pesadilla dentro de ese caballo que lucía su silueta en el encuadre inaugural) para pedirnos que la recuperemos en el resto de su narración.
El peral salvaje es ese descubrimiento, el de las líneas visuales que marca y transita la cámara de Ceylan y el de los momentos del día a día que ahora se nos dice hasta el cansancio que deben ser sobresalientes. Ceylan no busca eso, quiere que lo sobresaliente sea el conjunto de esos momentos, su montaje final, un golpe al terminarse el camino compuesto de tantos elementos como un día.
Para muchos este pequeño canto a lo cotidiano (con luces enormes y a veces sombras muy profundas) demandará demasiado. Pero la recompensa de un montaje como este pocas veces se ve en un cine cada vez más cercano a la tormenta visual. Ceylan tiene suficiente tormenta con Sinan y nos invita a entrar en ella, en él, en lo sobresaliente de lo insustancial que aquí se hace profundo -mucho- para quien recorra las líneas visuales de Ceylan.
El peral silvestre
(Ahlat Agaci, Turquía-República de Macedonia-Francia-Alemania-Bosnia Herzegovina-Bulgaria-Suecia, 2018)
Dirige: Nuri Bilge Ceylan
Actúan: Doðu Demirkol, Murat Cemcir,Bennu Yýldýrýmlar, Serkan Keskin
Guión: Akin Aksu, Ebru Ceylan, Nuri Bilge Ceylan
Fotografía: Gökhan Tiryaki
Duración: 188 minutos.