Peaches Does Herself
¿Quién piensa en Madonna?
Por Erick Estrada
Cinegarage/Distrital
En este mundo en el que a propósito de las más insulsas canciones unidas con pegamento y mostrando las rebabas se han construido “musicales” forzados y de un pop ultra bobalicón a más de inofensivo, cualquiera pudo haber robado la idea o pedirla prestada para hacer algo realmente trascendente y con fuerza, con mucho sentido y más pelotas que las que puedan contarse en un concurso de Mister Universo. Peaches, la maestra que desde el electro clash de fines de siglo pasado cantaba y rugía a favor de la liberación sexual en una época en la que eso se había olvidado y en la que el GRRRL Power era visto como novedad, fue quien vio de lejos la estafeta y la atrajo con armas retro futuristas como los instrumentos musicales que luce en este musirockumental-performance-obra de teatro-shockshow multicolor y rockero no hasta, sino desde el tuétano.
Con sus propias canciones y usando un nombre que para variar hace referencia al sexo, Peaches narra en esta obra de teatro multimedia y guita(gue)rrera, los primeros días de su personaje, esos en los que una pequeña caja de ritmos le sirvió para construir sus primeras canciones, para llegar después al deslumbrante momento en que ese personaje ya escuchado por muchos (o por todos porque hay quien no lo sabe pero la conoce) hizo con su voz los reclamos de los más extraños entre los extraños, esos seres que hacen del sexo un medio de vida, las minorías olvidadas por las minorías y que lo hizo, además, de manera explícita (como es el mismo sexo) y sin velos o trajes caros que sugieren en lugar de mostrar.
Si bien uno piensa en Madonna como una de esas voceras de las minorías, como un personaje a favor de la libertad sexual (más antes que ahora), Peaches surge -en un momento en que aquella se dedibujaba poco a poco- para encender de nuevo la antorcha y cantar con esos bajos poderosos, con ese glam extravagante, con láseres e instrumentos improbables (pero que apelan directamente a la música más oscura de los ochenta), a favor de los transexuales, de los bisexuales, de los ancianos que siguen viviendo y disfrutando el sexo, a lo que había detrás de la cortina azul frente a la que cantaba Madonna envuelta en trajes de diseñadores franceses.
Para Peaches los perfumes no caben y por eso en esta sangrienta y acalorada ópera rock surgen los personajes a-la-David Lynch pero sin las falsedades del maquillaje; surgen los que otros ven como monstruos pero que aquí hacen de coros, de vaginas galopantes, de desamores bisexuales y bizarros, de tetas que explotan en desvaríos almodovarianos, de ruidos que hacen música, de seres asexuales que cambian de rostro primero hacia el Ziggy Stardust más atolondrado; después hacia motoristas de Mad Max empanizados en brillantina; y finalmente en punks de un futuro cyber, abierto y luminoso en medio del humo del bar y de las calles contaminadas.
A esos terrenos se mueve Peaches en este rockerísimo espectáculo, contando su historia hecha por ella misma (doing herself punk y galopante); hablando de los terciopelos desgastados donde hay sexo improbable (doing herself otra vez) pero combativo. Hacia allá ha caminado Peaches, levantando la voz del sexo festivo y quitando el cochambre de donde lo han acomodado las conciencias que se llaman buenas y que creen poseer una verdad que viendo los cuerpos, las curvas, escuchando las letras y vistiendo las ropas de Peaches, sabemos que no existe ni existrirá. Cada persona es una verdad y cada persona tiene su propio sexo.
Creo que no había mejor película para inaugurar un festival que promete llevarnos a otros mundos como Distrital. Felicidades.
Peaches Does Herself
(Alemania, 2012)
Dirige: Peaches
Con: Peaches, Danii Daniels, Sandy Kane, Sweet Machine
Guión: Peaches
Fotografía: Robin Thomson
Duración: 80 min.